Pedimos perdón de por adelantado por esta basura de chistes. Si, si, un chiste puede ser malo, pero es que aquí tenemos los peores de la historia. Son tan malos, pero tan malos… Que causan risa solo por lo absurdos que son. O bueno, hay ocasiones que te entran ganas de tirarle algo a la cabeza al que los cuenta. Ya depende de cada uno.
Arguiñano, Si estás por aquí leyendo esta sección, te mandamos un fuerte abrazo.
¿Qué le dice una impresora a otra?
-¿Esa hoja es tuya o es impresión mía?
¿Qué le pasa al hierro cuando se oxida? Que se pone FEO.
¿Cómo se queda un mago después de comer?
Magordito.
-Pablito, sal del coche y mira a ver si funciona el intermitente.
-Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no…
Esto que le pregunta un amigo a otro…
-¿Sabes cómo se llama a los habitantes de Barcelona?
-Hombre, pues todos no.
¿Qué es lo que le dice la foca a su madre?
I love you, mother foca.
—¿Dónde vas, Pepe?
—A por el estiércol para las fresas.
—¿Pero es qué no te las puedes comer con nata, como todo el mundo?
—Doctor, doctor, tengo todo el cuerpo lleno de pelo. ¿Qué padezco?
—Padece uzté un ozito.
Un hombre de casi dos metros y cien kilos de peso entra en el bar, le da un golpe a la barra y pregunta con voz alta:
—¿QUIÉN ES PEDRO?
Un tipo delgado y bajito se levanta de una de las mesas, apurando su cerveza, y contesta.
—Yo soy Pedro, ¿pasa algo?
El hombre agarra a Pedro, lo saca del bar y le pega una paliza. Pedro vuelve a entrar en el bar, en muy mal estado y con toda la cara y la ropa manchada de sangre. A pesar de que le duele al respirar, se está riendo, muy flojito.
—Como he engañado a ese imbécil-dice-. Yo no soy Pedro.
—Hombre, Pedro, cuánto tiempo sin verte. ¿Dónde vives ahora?
—Pues ahora estoy viviendo en Leganés.
—Qué bien, donde el monstruo.
–Gooool.
–¿De quién?
–Di María.
–María, ¿pero quién ha marcado el gol?
El otro día tu mujer me contó un chiste tan bueno que de la risa me caí de la cama.
—Buenas, ¿cuánto cuesta el bus?
—Un euro, caballero.
—¡Pues perfecto, que barato! ¡que se bajen todos, que me lo quedo!
—Sabes Juan… A mí me gustaría vivir en una isla desierta.
—A mí también, la verdad.
—¡Joder! ¡Ya empezamos a llenarla de gente!
—Mamá, mamá ¿América está muy lejos?
—Calla la boca y sigue nadando.
—Mamá, mamá, el abuelo está malo.
—Pues apártalo y cómete solo las patatas.
—Mamá, en el colegio me llaman despistado.
—¿Pero tú quieres, niño?, que esta no es tu casa.
—Pues entre pitos y flautas me he gastado doce mil euros.
—¿Y eso como es posible?
—Pues ya ves, seis mil en pitos y otros seis mil en flautas.
—¿Pero Pepe, qué haces hablando con una zapatilla?
—Es que aquí pone “CONVERSE”.
—Buenos días, ¿Cuánto me costaría alquilar un coche?
—Depende del tiempo.
—Vale, vamos a suponer que se pone a llover. ¿Cuánto me costaría?
Un paciente que entra en la consulta del médico.
—Buenos días, cuénteme, ¿Qué es lo que le ha traído por aquí? —le pregunta el médico.
—Pues una ambulancia, ¿por qué?
Un señor que va por el campo con su mula y su perro. La mula, que va muy cargada, no puede más y se detiene, hinca las rodillas en el suelo, a punto de desplomarse. El hombre, cada vez más molesto e impaciente, empieza a azotar con una vara al pobre animal, hasta que la mula coge y le dice:
—Juan, ¿así me tratas después de todos estos años en los que te he ayudado fielmente, sin flaquear ni una sola vez hasta hoy, que estoy ya cansada y mayor?
El hombre se asusta y sale corriendo con el perro a su lado. Se para casi medio kilómetro más lejos, apoyándose en una pared mientras intentan recuperar el aliento.
—Joder —dice el perro—, menudo susto nos ha dado la mula cuando se ha puesto a hablar.
—Doctor, estoy muy preocupado, no sé qué me pasa, pero en seguida me pongo nervioso y me pongo a insultar a todo el mundo.
—No se preocupe, cuéntemelo todo.
—¿Y qué cree que estoy haciendo, pedazo de imbécil?
Esto que están en la consulta y le dice el médico al paciente…
—Pues parece que está mucho mejor de su tos.
—Sí, es que estuve practicando toda la noche.
—¡Camarero, camarero! Este filete que me ha puesto tiene muchos nervios.
—Normal, es que es la primera vez que se lo van a comer.
—Camarero, póngame una de calamares a la rumana, por favor.
—Será a la romana, caballero.
—Irina, amor, dile al gilipollas este de dónde eres…
—Buenos días, ¿me da un bote de ácido acetil salicílico, por favor?
—¿Aspirinas?
—Sí, eso, perdón, es que nunca me acuerdo del nombre.
—Buenos días, deme dos barras de pan, por favor. Y si tiene huevos, dos docenas también.
Y le dio VEINTICUATRO BARRAS DE PAN.
—Pepito, espero que esta vez te hayas preparado el examen.
—Por supuesto, señorita.
—Háblame del Tercer Reich.
—¿El negro de la mirra?
Un hombre llega a la consulta con su psicólogo y dice:
—Doctor, tengo un gran complejo de superioridad.
—A ver, siéntese y le ayudaré a superar el problema.
—¡Pero tú qué me vas a ayudar, doctorcillo de pacotilla!
—Hola, soy paraguayo y vengo a pedirle la mano de su hija para poder casarme con ella.
—¿Para qué?
—Paraguayo.
El Titanic se hunde y el capitán reúne a todos sus oficiales:
—¡Lanzad al agua el último bote que nos queda y vayan subiendo en orden!
—Pero mi capitán, si todavía quedan mujeres en el barco.
—¡Sí, hombre! En follar estoy pensando yo ahora.
—¿Sabes cuánto pago de alquiler por mi frutería?
—No, ¿cuánto?
—PIMIENTOS EUROS.
Un hombre que entra a una tienda de animales y dice:
—¿Me da cien pollitos?
Después de una semana vuelve a la tienda y pide otros cien pollitos. Lo mismo a la semana siguiente. Hasta que el dueño le pregunta:
—Una cosa, ¿qué hace usted con los pollitos, que le vendo cien cada semana?
—Pues es que no sé si los planto mal o los riego poco, pero el caso es que se me mueren todos.